EL GOBIERNO Y LA HUELGA DEL 14-N: VAMOS A CONTAR
MENTIRAS
Antonio Gallifa. Economista
La
censura y la mentira son dos hermanos siameses con un mismo cerebro y un mismo
corazón. Como siameses que comparten dichos órganos, se necesitan y no pueden
vivir la una sin la otra. En el ámbito de la política, esta pareja inseparable
es lo que alimenta y ayuda a sostenerse a todo régimen dictatorial.
En
la actual situación política española, este cerebro y este corazón compartidos
constituyen los cimientos sobre los que se apoya y en los que basa toda su
actuación el gobierno del Partido Popular, sin cuya sincronía no podría
mantenerse. Por ello, ante una situación de suma debilidad como la del actual gobierno,
han de funcionar al máximo hasta que la inmensa aceleración de sus flujos
sanguíneos les haga estallar. Un ejemplo de ello lo constituye el recurso
creciente a la mentira y la censura practicadas por el Gobierno en los momentos
más recientes, de los que sólo ofrezco unos ejemplos.
Cristina
Cifuentes, la delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, ha declarado que
a la manifestación de la capital de España que siguió a la huelga general
asistieron 35.000 personas. El embuste y la falsificación son tan escandalosos
que ni siquiera pretenden justificarse, porque no hay por dónde cogerlos. ¿Qué
más da? Yo soy la que manda y la que mantiene todos los resortes de la
comunicación, y la realidad no existe: sólo es la que yo digo que existe. Y
sobre esto, a los medios de comunicación no se les admite réplicas de ningún
tipo.
Esta
misma persona física (y digo física, porque lo de persona moral no se le puede
aplicar), Cristina Cifuentes, como delegada del Gobierno, declaró oficialmente,
la víspera de la concentración “Rodear el Congreso” convocada en Madrid, que se
trataba del mismo golpe de estado que el 23-F que secuestró militarmente el
Congreso de los Diputados. Para evitar semejante golpe de estado se erigió en
salvadora de la democracia y puso en pie de guerra a 1.500 policías (según sus
propias declaraciones), sin contar con una cantidad desconocida de policías
encapuchados y disfrazados de manifestantes con la orden de que se infiltraran
entre éstos para provocar los disturbios que acabarían justificando una brutal
represión.
Esta
misma persona declaró, al día siguiente de dicha concentración, que sólo la
habían secundado 6.000 manifestantes. En su cabeza no cabía la paradoja de que
para “sólo” 6.000 manifestantes se movilizara a 1.500 policías.
A
partir de esta cabecita, tan pequeña que en ella no caben las paradojas, ha
declarado, como prueba de su gran eficacia represora, que ya había conseguido
más de 800 fichas de los asistentes a las convocatorias de las manifestaciones
y a las reuniones preparatorias de las mismas, con todos sus datos personales.
Es evidente que en tan exiguo espacio cerebral no cabe la paradoja de que esta
máxima eficacia policial de la que se jacta contraste con el hecho de que ni la
policía ni los órganos judiciales pertinentes consigan enterarse de dónde está
escondido su marido, que desde hace más de dos años se halla en busca y
captura, acusado de robo y estafa. Y ella sigue siendo la Delegada del Gobierno
en la Comunidad de Madrid.
Lo
expuesto hasta ahora no es más que un ejemplo personalizado. Porque esta
sincronía de la mentira y la censura se extiende a todos los campos de la
actividad política. Veamos algunos ejemplos más de esta desvergüenza.
TELEMADRID,
la televisión pública de la Comunidad de Madrid, deficitaria y subvencionada
con el dinero de nuestros impuestos, dispone de un corresponsal llamado Hermann
Tertsch que invade continuamente sus pantallas con sus intervenciones de corte
y contenido fascistas. Según ha informado “Salvemos Telemadrid”, la
página web de los trabajadores de TELEMADRID, dicho corresponsal grabó
el 13 de noviembre, para que se emitiese dos días más tarde, una intervención
en la que describía el fracaso de la
huelga un día antes de que tuviese lugar la propia huelga. El comienzo de dicha
grabación dice, textualmente, lo siguiente:
“Buenas noches a todos, una Huelga general habían
convocado los sindicatos pensarán que han cumplido, lo cierto es que España
tiene los mismos problemas que hace 24 horas, solo agravados por el
descrédito que supone en el exterior una convocatoria de este tipo más allá del
daño por supuesto, el daño económico objetivo que también es cuantioso.
El objetivo de la huelga era disparatado y por eso
estaba condenada al fracaso”.
Según
Hermann Tertsch, este fracaso se cumplió avant la lettre, aunque sin sus
atentados contra la sintaxis y la ortografía.
A
la vista de tan certera predicción, TELEMADRID debería destinar a Hermann
Tertsch a esos espacios de tarod que emite todas las noches, en los que
se adivina el porvenir a través de una baraja, y en los que, por cierto, suelen
equivocarse. Como se equivocó este insigne corresponsal, porque no fue capaz de
adivinar que no sólo la huelga general no sería un fracaso, sino que tendría
lugar a su lado, llevada a cabo por sus compañeros, y que ello produciría el
efecto de que TELEMADRID se viese obligada a interrumpir sus emisiones durante
24 horas.
Desde
el mismo día de la huelga general, la práctica totalidad de los medios, en sus
espacios informativos, han venido dando a conocer sin respiro alguno los datos
del consumo de energía eléctrica del día 14 de noviembre, aportados por el
Gobierno. Según dichos datos, el consumo sólo había descendido un 11 o un 12
por 100, cifra inferior al descenso de consumo energético que se produjo con
motivo de la huelga general anterior, el 29 de septiembre. Dicha información se
ha visto aderezada con una explicación para que lo entendiésemos bien: el
consumo de energía eléctrica mide la actividad de las fábricas y, por lo tanto,
su menor descenso mide el fracaso comparativo de la huelga.
Esto
no es más que un burdo engaño a la ciudadanía. Para fundamentar este engaño, en
un número incontable de municipios españoles, incluidos gran número de
capitales de provincia, se mantuvo encendido el alumbrado público durante todo
el día 14, con el objetivo de que el consumo de energía eléctrica aumentase y,
con ello, “demostrar” un incremento de la actividad productiva de las fábricas
y talleres. Se trata, en este caso, de una auténtica operación de
falsificación, perfectamente organizada desde arriba.
Pero
hay datos mucho más precisos que demuestran la falacia de esta argumentación,
aportados por la organización “Economistas frente a la crisis”. Uno de los
fundadores e impulsores de dicha organización, el economista Jorge Fabra Utray,
fue Presidente durante varios años de RED ELÉCTRICA DE ESPAÑA, entidad que es
el transportista único y gestor de todo el sistema eléctrico español, en la que
figura actualmente como Consejero Manuel
López del Hierro, marido de María Dolores Cospedal.
Durante
su gestión como Presidente de RED ELÉCTRICA, Jorge Fabra fue el primero en
relacionar el descenso del consumo de energía eléctrica con la amplitud de las
huelgas. Basándose en esta correlación
evidente, el Gobierno ha instrumentado una amplia campaña destinada a demostrar
los escasos resultados de la huelga general. Mas, para ello es necesario un
mínimo de rigor analítico del que carecen sus expertos propagandistas. Porque
aplicar, como hacen, a los datos del descenso del consumo de energía eléctrica
una simple regla de tres es tan burdo que resulta sonrojante. Como demuestra el
estudio realizado por “Economistas frente a la crisis”, existen muchos otros
factores que no han sabido o no han querido tener en cuenta.
En
primer lugar, en dicho consumo influyen de manera muy destacada los cambios
climáticos: una buena parte del mismo es el destinado a la calefacción, tanto
en los hogares como en los centros de trabajo. Por lo tanto, en términos
generales, no es el mismo en invierno que en verano, en los días calurosos que
en los días fríos como lo fue el día de la huelga.
Y,
sobre todo, el destinatario principal de la energía eléctrica no es la
actividad productiva de fábricas, talleres y maquinaria eléctrica en general,
sino una multiplicidad muy diversa y muy amplia: el consumo de los hogares (en
luz, televisores, frigoríficos, calefacción, electrodomésticos, etc.), el
consumo de los comercios que, aun en huelga, mantienen encendidas sus
instalaciones de iluminación, e incluso el consumo energético de procesos
industriales continuos, como los de la cadena del frío o de la electroquímica,
en los que una parada del consumo podría dañar sus instalaciones. Y, cómo no,
el alumbrado público que una gran parte de los ayuntamientos controlados por el
Partido Popular se ha encargado de mantener encendido durante todo el día de la
huelga.
Teniendo
en cuenta los elementos señalados, la organización “Economistas frente a la
crisis” ha elaborado un índice que mide con rigor el efecto real que la huelga
ha podido producir en la actividad propiamente productiva. Según dicho índice,
el descenso de consumo producido por la huelga varió de hora en hora el 14 de
noviembre, pero su descenso osciló entre un 58,4 y un 66 por 100. Estas cifras
destruyen totalmente la teoría elaborada por el Gobierno, según la cual el
descenso medio osciló solamente entre un 11 y un 12 por 100, lo cual demostraba
la escasa incidencia de la huelga.
La
huelga general del 14 de noviembre constituyó un rotundo éxito, especialmente
si se tiene en cuenta que hubo miles de trabajadores que no pudieron
incorporarse a ella a pesar de su adhesión moral a la misma. Una gran parte de
ellos, por su condición de parados en un país en el que el paro alcanza el 26
por 100 de la población activa. Y otra gran parte, sin duda, por el temor a
perder su trabajo ante las amenazas de las empresas que les recordaban su
condición de trabajadores con contrato eventual, una figura ya predominante en
la actual contratación laboral.
Pero
la jornada del 14-N tuvo también otra vertiente de enorme importancia. Fue
también, por primera vez, una huelga de consumo. En los comercios,
especialmente en los supermercados y grandes superficies, el descenso que
registraron las ventas fue altísimo, y ello evidenció la inmensa adhesión que
encontraron las protestas contra la política del Gobierno. El Gobierno lo sabe
y, sin duda, ha elaborado un estudio que le permite conocerlo. Y, de la misma
forma en que ha divulgado su falseado índice del consumo energético debido al
cese de la actividad productiva, podría y debería hacerlo público. Ello daría
una idea total de la dimensión de la protesta. Pero no lo ha hecho porque no le
conviene. Ha preferido proclamar a diestro y siniestro, junto a los dirigentes
de la patronal CEOE, el derecho a trabajar frente a pretendidas coacciones.
Pero ¿quién ha estado coaccionando? ¿Quién ha estado negando, día tras día, el
derecho al trabajo reconocido en la Constitución?
Publicado em el periódico
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